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domingo, 18 de septiembre de 2016

Gilda: No me arrepiento de este amor, de Lorena Muñoz

Entre la hagiografía y el panegírico


Yo siento que la vida se nos va 
Y que el día de hoy no volverá
Gilda


El biopic de Lorena Muñoz, con la interpretación de la actriz uruguaya Natalia Oreiro, es el evento cultural de estos días en Argentina con el estreno simultáneo en más de 250 salas.


Era difícil resistirse a la curiosidad por saber más sobre la historia del mito, en el vigésimo aniversario de su trágica muerte ocurrida en pleno éxito de su carrera meteórica de solo seis años. Y allí fuimos, a una sala colmada en el Showcase de Quilmes.

Seguramente, para Natalia Oreiro, este es "el papel" de su carrera artística, para el que se preparó toda la vida. ¿Y para nosotros? Quedamos atrapados en la magia de cómo la actriz se convierte paulatinamente en la cantante y en la emoción que empapa toda la película. Emoción producto del amor. Amor de la intérprete por Gilda, amor de la directora, amor de los fans emocionados que cantan las canciones en las escenas logradísimas de los recitales en el film.

La película es claramente un tributo. Soslaya aristas y lima asperezas y trivialidades de su vida. Se centra en la pasión por la música  por la que sacrificó su matrimonio, el cuidado de sus hijos, su imagen de mujer casada de clase media.




La cámara de Muñoz se pega al personaje, la sigue por los pasillos oscuros de su casa en momentos de insomnio y los lugares que frecuenta del ominoso mundo de la movida tropical. Pero también la recrea con los numerosos contraluces en primeros planos con los cuales resalta sus facciones con ese halo propio de los santos o iluminados.


Muñoz cuenta la historia que le dejan contar, la que habilita la continuación del mito incontaminado, esa que le permite su heredero, su único hijo sobreviviente del accidente en el que murieron Gilda, su madre, su hija y 3 de los integrantes de su banda. Esa que quieren oír sus miles de fans.



 A mí siempre la cumbia me dio tristeza, aunque para muchos sea la parte divertida de toda fiesta, yo me voy a sentar cuando empieza la música tropical.
Recuerdo que los únicos vecinos de mi cuadra que tenían un Wincofón pasaban incesantemente los Wawancó en la vereda cuando yo era una adolescente y que esa música no me parecía alegre, para nada. A mí me gustaba el rock: Pink Floyd, Sui Géneris... 
A Miriam Alejandra Bianchi también le gustaba el rock nacional, sin embargo como Gilda cumplió su sueño de ser cantante entrando por la puerta de la música tropical. Y allí se quedó. Quizás porque la cumbia es una flor que nace en el lodo, música de la resistencia, alegría de una noche de luces y música estridente para tratar de olvidar la dura realidad que queda afuera.

Gilda llegó a mi casa hace 20 años con el CD de grandes hits, que compró Daniel. Yo no la conocía, se fue metiendo de a poquito en lo cotidiano y sobre todo en los largos viajes al sur cuando el conductor pedía "Gilda" para no dormirse. Su voz angelical, sus grititos, sus letras llenas de metáforas inspiradoras y el ritmo de su banda se quedaron pegadas en algún lugar de mi corazón donde anida la nostalgia, y hoy es mía, como de tantos miles que en estos días lagrimeamos con vergüenza o con sincera devoción ante la pantalla.

Gracias, Natalia. Gracias, Lorena. Gracias, Gilda. Gracias por esta película necesaria.

4 comentarios:

  1. Tu relato es tan lindo, que dan ganas de verla y emocionarse!

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  2. Qué lindo comentario! Me dieron (más) ganas de ver la película... Hace poco la vi a Nati Oreiro en la tele y el amor por Gilda se le salía por los poros, por los ojos, por la sonrisa, por todos lados.
    Tampoco me gusta mucho la cumbia, pero "No me arrepiento de este amor" entra, sin exagerar, en la categoría de "himno"... qué canción tan preciosa!

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    1. ¡Gracias, Betina!
      ¡Qué lindo es saber que estás ahí!
      Un abrazo enorme.

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