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jueves, 31 de diciembre de 2015

Cuatro años de Razón del Gusto

Resistir a través de la palabra

Porque lo que importa es el camino, como leí en el hermoso poema Ítaca publicado en la Luna de Valencia, festejo estos cuatro años de viaje y sigo caminando.



Gracias a todos los que me vienen acompañando, siempre es más lindo viajar en compañía persiguiendo el deseo y atesorando recuerdos.


Brindo por un año 2016 lleno de vitalidad, unidad y apoyo para resistir los embates de la realidad sin bajar nunca los brazos. 


Y seguir soñando rodeados de belleza.

Y reconfirmo el lema de este blog, que tomé prestado del Prólogo a Los conjurados de Jorge Luis Borges. Escrito por un Borges de más de 80 años, sabio y amoroso, me quedo este año con esta frase acerca de escribir: "La dicha de escribir no se mide por las virtudes o flaquezas de la escritura. Toda obra humana es deleznable, afirma Carlyle, pero su ejecución no lo es."
Con más tiempo o menos tiempo, más inspiración o menos inspiración escribiré, no por las virtudes de mi escritura sino por la dicha de escribir.

Los dejo con Georgie...

¡Hasta la próxima entrada!



Los conjurados: Prólogo

por Jorge Luis Borges


A nadie puede maravillar que el primero de los elementos, el fuego, no abunde en el libro de un hombre de ochenta y tantos años. Una reina, en la hora de su muerte, dice que es fuego y aire; yo suelo sentir que soy tierra, cansada tierra. Sigo, sin embargo, escribiendo. ¿Qué otra suerte me queda, qué otra hermosa suerte me queda? La dicha de escribir no se mide por las virtudes o flaquezas de la escritura. Toda obra humana es deleznable, afirma Carlyle, pero su ejecución no lo es.

No profeso ninguna estética. Cada obra confía a su escritor la forma que busca: el verso, la prosa, el estilo barroco o el llano. Las teorías pueden ser admirables estímulos (recordemos a Whitman) pero asimismo pueden engendrar monstruos o meras piezas de museo. Recordemos el monólogo interior de James Joyce o el sumamente incómodo Polifemo.

Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso. No hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados. La belleza no es privilegio de unos cuantos nombres ilustres. Sería muy raro que este libro, que abarca unas cuarenta composiciones, no atesorara una sola línea secreta, digna de acompañarte hasta el fin.

En este libro hay muchos sueños. Aclaro que fueron dones de la noche o, más precisamente, del alba, no ficciones deliberadas. Apenas si me he atrevido a agregar uno que otro rasgo circunstancial, de los que exige nuestro tiempo, a partir de Defoe.

Dicto este prólogo en una de mis patrias, Ginebra.

J.L.B.

9 de enero de 1985










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