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domingo, 31 de marzo de 2013

Convivo con un lote baldío

Cuando ya no se puede seguir mirando para otro lado...




Sé que los asiduos lectores de Razón del Gusto en este momento estarán extrañados ante una entrada tan poco usual, que sinceramente ni siquiera sé como etiquetar. Pero como este blog es mi vehículo de expresión, casi mi confesionario, lo elegí para hacer la crónica de un domingo kafkiano que devino en dantesco ya verán por qué.
Hace 18 años que elegí comprar esta hermosa casa vieja, de los años 30, en un barrio de Quilmes. Esta era zona de quintas, que luego fueron loteadas y mi casa tenía en el pasado árboles frutales, huertas y un enorme gallinero que hoy es el atelier del pintor de la familia.
Amo mi casa, mi barrio en el que todavía los chicos juegan al fútbol en la calle y a cada rato me tocan el timbre para que les devuelva la pelota. Me gusta que sea "barrio" y que los vecinos se saluden.
Cuando vine a vivir,al lado vivía don Roberto, un anciano un poco ermitaño que vivía solo en la casa que seguramente habría sido de sus abuelos y luego de sus padres, una de esas casas chorizo con lote en el fondo y tapia de ligustrina. Hace varios años, murió don Roberto, y el lote entró en sucesión. Lo primero que hicieron los familiares fue derrumbar los muros de la vieja casa y extirpar la ligustrina. Y pusieron el cartel de venta, pero seguramente serán muchos los parientes, demasiadas la deudas, excesivo el precio , y allí está, convirtiéndose en selva, llenándose de la inmundicia de todo lo que los anónimos vecinos no quieren en sus casas.
Al principio, cuando salió el primer arbolito pegado a mi medianera llamé a los herederos, pedí que lo sacaran pero, los años fueron pasando, y me fui acostumbrando a ese lote ignominioso, sin vereda, con los escombros de todos los que no quieren pagar un volquete y tiran en la calle sus desperdicios...


Hasta hoy, día de Pascua de Resurrección, cuando empezamos a oler humo que no provenía de un asado sino de inmensas llamas que se levantaban sobre la poda tirada al lado... y entonces vino lo kafkiano... ¿Cómo apagar esas llamas un domingo a la mañana, cuando todos duermen o están dentro de sus casas, con el hilito que viene del agua corriente? Empecé a llenar baldes, como una guerrera... Agua y un poco de arena que tenía y fui aplacando el fuego, pero descubrí que las llamas habían alcanzado el viejo paraíso de la vereda. Entonces saqué la escalera y con ayuda de una joven vecina, que se acercó para ayudarme, empezamos a tratar de sofocar las llamas... mi hijo mayor también salió con el matafuegos y como San Jorge mató al dragón. Y así contentos, entramos a almorzar.
Pero es muy difícil apagar el fuego que se hizo carne dentro de la savia de un árbol... A las horas, el árbol furioso, alzó su brazo de llamas. Entonces llamé a los bomberos, los que llegaron en minutos y apagaron las brasas. Pero hubo que llamarlos dos veces más. La última, ya era noche cerrada y todo el barrio estaba en la calle. Y entonces lo dantesco, el camión de bomberos, la escalera, las llamas...



Ahora, en este fin de fiesta me pregunto. ¿Cómo sigue esto? ¿A quién llamar, a quién pedir ayuda, por qué tengo que acostumbrarme al abandono, a la suciedad, a la desidia de una ciudad que se ha convertido en un lugar inhumano para vivir? 
Hoy escribí una carta a la Municipalidad de Quilmes a la dirección : atencionalvecino@quilmes.gov.ar , relatando estos hechos. Si me responden y me dan una solución a ese lote abandonado, publicaré esa hermosa noticia y no todo estará perdido. Pero ahora tengo una rara mezcla de sensaciones en el final de este raro domingo de Pascua de Resurrección.



jueves, 28 de marzo de 2013

Cuando la infancia era en blanco y negro

Adiós al papá de Hijitus
A todos los chicos que ya pasaron los 50...



Para todos los que pasamos el medio siglo, los que fuimos chicos cuando pasaban el programa de Disney los domingos y nos ponían frente a la pantalla recién bañaditos, los que teníamos álbumes de figuritas coleccionables (las chicas con brillantina), Hijitus fue nuestro primer héroe de un dibujito argentino. Un chico de la calle que vivía en un caño y que era amigo del hijo de un súper millonario. Una idea genial, y el creador de esa idea fue Manuel García Ferrer.
Los chicos de nuestra generación compartimos esa infancia en blanco y negro, de leche chocolatada y galletitas al peso sacadas de una lata. Y también compartimos esas frases inolvidables:
  • "Sombrero sombreritus, conviértete en Súper Hijitus. ¡Fu fuuu y chukuchukuchuku!."
  • "Tiro lío, cosa golda. Lompo l'alma."
  • "Marche preso, desacatao. Lo voy a mandar a repimporotear al calabozo."
  • "Ju ju ja ju ja ju... Hablá mas fuerte que no te escucho."
¿Reconocen a los personajes que decían estas frases?

Ahora los dejo con una parte del capítulo de "Las aventuras de Súper Hijitus", cuando Hijitus salva al que sería su compañero inolvidable Pichichus. Y prepárense la chocolatada con galletitas...






miércoles, 27 de marzo de 2013

Transparencias de otoño

A Betina que sabe  mirar




Hoy regresé a casa con esa alegría aleteando de la promesa de 6 días sin reloj y mucho sol según los pronósticos meteorológicos.


El solcito de otoño cae oblicuo en mi jardín a las cinco de la tarde y juega con los vidrios que tengo colgados del nogal. La magia de esos destellos me dio la fuerza para levantarme, dejar el mate e ir a buscar la cámara y tratar de captar esas transparencias, reflejos e iridiscencias...












Tiempo para uno, tiempo para viajar hacia adentro, tiempo para estar en la Luna de Valencia, como le gusta a mi amiga Betina, una otoñófila empecinada.


lunes, 25 de marzo de 2013

Rodolfo Walsh por él mismo

A mi amigo Eduardo D´Argenio 

"Pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez." Rodolfo Walsh

Es cierto que Facebook es una gran bolsa de lo efímero, en la que van cayendo pensamientos, videos y fotos resucitados por un "me gusta" muchas veces mecánico y banal. Sin embargo, a veces, me sorprende con joyas como ésta, que hoy gracias a Eduardo, llegó a mí. Rodolfo Walsh, habla de sí mismo, con inteligencia, con ironía y si ya lo queríamos, ahora lo queremos mucho más.
Este 25 de marzo es mi manera de recordarlo:


Rodolfo Walsh por Rodólf Fowólsh

   Me llaman Rodolfo Walsh. Cuando chico, ese nombre no terminaba de convencerme: pensaba que no me serviría, por ejemplo, para ser presidente de la República. Mucho después descubrí que podía pronunciarse como dos yambos aliterados (1), y eso me gustó.

    Nací en Choele-Choel, que quiere decir "corazón de palo". Me ha sido reprochado por varias mujeres. 
    Mi vocación se despertó tempranamente: a los ocho años decidí ser aviador. Por una de esas confusiones, el que la cumplió fue mi hermano. Supongo que a partir de ahí me quedé sin vocación y tuve muchos oficios. El más espectacular: limpiador de ventanas; el más humillante: lavacopas; el más burgués: comerciante de antigüedades; el más secreto: criptógrafo en Cuba. 
    Mi padre era mayordomo de estancia, un transculturado al que los peones mestizos de Río Negro llamaban Huelche. Tuvo tercer grado, pero sabía bolear avestruces y dejar el molde en la cancha de bochas. Su coraje físico sigue pareciéndome casi mitológico. Hablaba con los caballos. Uno lo mató, en 1947, y otro nos dejó como única herencia. Este se llamaba "Mar Negro", y marcaba dieciséis segundos en los trescientos: mucho caballo para ese campo. Pero esta ya era zona de la desgracia, provincia de Buenos Aires. 
    Tengo una hermana monja y dos hijas laicas. 
    Mi madre vivió en medio de cosas que no amaba: el campo, la pobreza. En su implacable resistencia resultó más valerosa, y durable, que mi padre. El mayor disgusto que le causo es no haber terminado mi profesorado en Letras. 
    Mis primeros esfuerzos literarios fueron satíricos, cuartetas alusivas a maestros y celadores de sexto grado. Cuando a los diecisiete años dejé el Nacional y entré en una oficina, la inspiración seguía viva, pero había perfeccionado el método: ahora armaba sigilosos acrósticos. 
    La idea más perturbadora de mi adolescencia fue ese chiste idiota de Rilke: Si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe escribir. Mi noviazgo con una muchacha que escribía incomparablemente mejor que yo me redujo a silencio durante cinco años. Mi primer libro fueron tres novelas cortas en el género policial, del que hoy abomino. Lo hice en un mes, sin pensar en la literatura, aunque sí en la diversión y el dinero. Me callé durante cuatro años más, porque no me consideraba a la altura de nadie. Operación masacre cambió mi vida. Haciéndola, comprendí que, además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior. Me fui a Cuba, asistí al nacimiento de un orden nuevo, contradictorio, a veces épico, a veces fastidioso. Volví, completé un nuevo silencio de seis años. En 1964 decidí que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía. Pero no veo en eso una determinación mística. En realidad, he sido traído y llevado por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun ahora hay momentos en que me siento disponible para cualquier aventura, para empezar de nuevo, como tantas veces. 
    En la hipótesis de seguir escribiendo, lo que más necesito es una cuota generosa de tiempo. Soy lento, he tardado quince años en pasar del mero nacionalismo a la izquierda; lustros en aprender a armar un cuento, a sentir la respiración de un texto; sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez. 


(1) Unidad métrica compuesta por
una sílaba breve (sin acento) y una larga (acentuada).
Así, habría que leer Rodólf Fowólsh.


        Texto extraído de "Ese hombre y otros papeles personales", Rodolfo Walsh, Editorial Seix Barral




domingo, 24 de marzo de 2013

"Sembrar la memoria para que no crezca el olvido"

Edgardo Vigo (La Plata, 1928-1997)


Este 24 de marzo, quiero buscar en mí aquellas primeras imágenes fundantes de la resistencia de la memoria, y sin duda aparecen con fuerza las siluetas, los pañuelos en la Plaza Rocha, los tendederos y la figura de Edgardo Vigo. Imágenes de gran potencia poética ligadas a la ciudad de La Plata de los años 80 y a Graciela Gutiérrez Marx a quien conocí a través de Daniel Glüzmann.
Hoy quiero sembrar mi semilla de memoria para Edgardo Vigo: artista plástico-poeta visual-artista correo-performer.
Su concepción provocativa y anti-convencional de la circulación del arte lo transforman en una figura importantísima aunque poco conocida en los círculos del arte legitimizado por los museos.





En 1976 su hijo Abel Luis, “Palomo”, fue secuestrado y desaparecido a manos de la dictadura militar.
En la historia argentina fueron las madres las que se abrieron paso a golpe de símbolos, marchas y esperanza empecinada. Por eso, quizás, hoy quiero recordar a Edgardo Antonio Vigo, como un padre, que a través del arte, buscó y encontró la forma de la dignidad y la resistencia a partir de la desaparición de su hijo.
En noviembre de 1983 realizó en el patio de la Facultad de Bellas Artes la acción "Siembra de 30.000 semillas de amor", acompañado de familiares de desaparecidos.
A través del Arte Correo, participó en multitud de eventos por la paz y por el recuerdo de su hijo Palomo. Editó una estampilla y un matasello con la inscripción “SET FREE PALOMO” y los hizo recorrer el mundo en sus envíos postales. 

Dejemos volar libre la memoria de Palomo y de los demás 29.999 desaparecidos. "Sembremos memoria, para que no crezca el olvido".

miércoles, 20 de marzo de 2013

¿Te gusta el nuevo formato de Razón del Gusto?

Los pro y los contra de las "Vistas dinámicas"




El otro día jugando con las plantillas de Blogger apareció este nuevo diseño del blog. No sé  a ustedes, pero a mí me gusta tener de un vistazo las 90 entradas que escribí hasta hoy.  Es mucho trabajo y tiempo gozoso en este un poco más de un año de este espacio en el que comparto mis razones del gusto.
Ahora se puede encontrar mucho más fácil una entrada anterior, ordenar por fecha o por etiqueta. Al costado aparece la barra, sólo tienen que hacer click y ahí están las secciones, el archivo, mi lista de blogs...
Pero también siento que hay algo que se perdió, el efecto que producían mis fotos en la portada... Algo personal que no sé cómo definir, quizás sea simplemente la costumbre, o el fondo gris que hacía lucir las imágenes y que ahora no puedo reponer...
Por eso les pido sus opiniones, siempre existe la posibilidad de volver al diseño anterior.
Cada tanto voy a subir una foto, como una carátula de mis sensaciones. Hoy los dejo con esta vidriera de una librería del Barrio Gótico de Barcelona.

martes, 19 de marzo de 2013

Café Literario: El coronel no tiene quien le escriba, Gabriel García Márquez

Acerca del dolor de tripas, la diabetes y otras desigualdades




El coronel no tiene quien le escriba, la hermosa nouvelle del mago de las palabras volvió a mí  esta semana en que la estoy releyendo con mis alumnos.
No me referiré en esta entrada a todo el texto sino especialmente subrayaré la fuerte oposición que García Márquez condensa en las figuras del coronel y de don Sabas, el compadre diabético del coronel y la fuerza simbólica que cobra su enfermedad en el texto.
Si el coronel es la imagen de la dignidad y la carencia, Don Sabas con su casa de dos pisos y cuerpo obeso representa su exacto opuesto: la obscenidad de la riqueza en un pueblo de desigualdades.
El coronel padece de un dolor de tripas que no es otra enfermedad que el hambre y su mujer es asmática. Ellos carecen de todo, hasta son "huérfanos de hijo" porque a su Agustín se lo han fusilado por distribuir información clandestina en una sociedad en estado de sitio, toque de queda, censura y violencia.
El coronel sufre la peor de las postergaciones, él que ha defendido el tesoro de guerra en la Guerra de los Mil Días, espera desde hace décadas la carta con su merecida pensión, con ansiedad, con vergüenza. Ya lo han vendido todo, sólo le queda su ropa remendada y una olla vacía en la que se hierven piedras para que los vecinos no sospechen la humillación de no tener dos cucharas de café para el desayuno y hay que raspar la lata para engañar al hambre.
Escrita desde su exilio en París y publicada en el año 1961, esta novela nos refleja como latinoamericanos, es un espejo de la historia de nuestra tierra castigada por dictaduras e injusticias, pero en la que late un gallo de riña, que le pelea a la vida y que es símbolo de resistencia y esperanza.


Transcribo el diálogo entre el coronel y don Sabas, en el que se habla de la diabetes, de las desigualdades y de la muerte:

—La lluvia es distinta desde esta ventana —dijo—. Es como si estuviera lloviendo en otro pueblo.
         —La lluvia es la lluvia desde cualquier parte —replicó don Sabas. Puso a hervir la jeringuilla sobre la cubierta de vidrio del escritorio—. Este es un pueblo de mierda.
         El coronel se encogió de hombros. Caminó hacia el interior de la oficina: un salón de baldosas verdes con muebles forrados en telas de colores vivos. Al fondo, amontonados en desorden, sacos de sal, pellejos de miel y sillas de montar. Don Sabas lo siguió con una mirada completamente vacía.
         —Yo en su lugar no pensaría lo mismo —dijo el coronel.
         Se sentó con las piernas cruzadas, fija la mirada tranquila en el hombre inclinado sobre el escritorio. Un hombre pequeño, voluminoso pero de carnes fláccidas, con una tristeza de sapo en los ojos.
         —Hágase ver del médico, compadre —dijo don Sabas—. Usted está un poco fúnebre desde el día del entierro.
         El coronel levantó la cabeza.
         —Estoy perfectamente bien —dijo.
         Don Sabas esperó a que hirviera la jeringuilla. “Si yo pudiera decir lo mismo”, se lamentó. “Dichoso usted que puede comerse un estribo de cobre”. Contempló el peludo envés de sus manos salpicadas de lunares pardos. Usaba una sortija de piedra negra sobre el anillo de matrimonio.
         — Así es —admitió el coronel.
         Don Sabas llamó a su esposa a través de la puerta que comunicaba la oficina con el resto de la casa. Luego inició una adolorida explicación de su régimen alimenticio. Extrajo un frasquito del bolsillo de la camisa y puso sobre el escritorio una pastilla blanca del tamaño de un grano de habichuela.
         —Es un martirio andar con esto por todas partes —dijo—. Es como cargar la muerte en el bolsillo.
         El coronel se acercó al escritorio. Examinó la pastilla en la palma de la mano hasta cuando don Sabas lo invitó a saborearla.
         —Es para endulzar el café —le explicó—. Es azúcar, pero sin azúcar.
         —Por supuesto —dijo el coronel, la saliva impregnada de una dulzura triste—. Es algo así como repicar pero sin campanas.



El Café Literario de Razón del Gusto propone entonces la lectura o re-lectura de esta novela inmortal que se va poniendo mejor con los años y que con su síntesis brilla deslumbrante entre las páginas de García Márquez.



miércoles, 13 de marzo de 2013

Habemus Papam, Nanni Moretti

Cuando el cine es una avant première de la realidad


"Me siento como Buñuel: soy ateo gracias a Dios"
Nanni Moretti


Soy una "chica" del siglo XX y en mi un poco más que medio siglo he sido testigo de fenómenos asombrosos, que desafían cualquier predicción de Nostradamus o códice maya.
He visto derrumbarse el Muro de Berlín, caer las Torres Gemelas, el segundo mandato de un presidente negro en el país más racista del mundo, el matrimonio igualitario en mi país, la renuncia de un Papa y la elección de otro, un argentino que estaba muy abajo entre los favoritos y sin embargo hoy salió a saludar urbi et orbi desde el balcón de San Pedro...

El estupor de la noticia trajo a mi mente esta película de Nanni Moretti, estrenada en el 2011 en la que con su habitual irreverencia, se inmiscuye en el cónclave y desarma todos los protocolos.
“Que no me toque a mí, que no me toque a mí...” , es la voz de las conciencia de todo los cardenales reunidos. Allí también está el cardenal Melville, protagonizado por un Michel Piccoli adorable. Él está tranquilo porque no está en la lista de favoritos. Sin embargo, sorpresivamente resulta elegido Papa, y por lo tanto la fiumata blanca y el necesario saludo a la multitud que espera ansiosa en la plaza. Pero Melville sufre un espantoso ataque de pánico, una crisis que brota de sus entrañas en un grito estremecedor.




Es entonces cuando el vocero papal, decide recurrir a un psicoanalista, interpretado nada más y nada menos que por el mismísimo Moretti. El terapeuta deberá internarse con el resto de los cardenales del cónclave, no estará autorizado a entrevistar a solas a su importante paciente y  se las verá negras para practicar el psicoanálisis con todas las restricciones que le imponen: nada de preguntas acerca del sexo, ni de los traumas de la infancia, ni de la madre de su Santidad...




Un film humano, con toques de fino humorismo y aguda reflexión sobre el poder, la responsabilidad y la libertad humana.
Si no vieron esta película cuando se estrenó hace dos años, no se la pierdan. Les va a parecer increíble como Moretti ficcionalizó la renuncia de un Papa, adelantándose a la decisión de Benedicto.
 ¿No habrá también profetizado la llegada de un Papa argentino con la elección de la canción "Todo cambia" cantada por la Negra Sosa que cierra la película? Increíble... no? 

De yapa, el video con el fragmento final y la canción, en castellano en una película italiana... por si no me creen...




  

domingo, 10 de marzo de 2013

El lado luminoso de la vida o el problema de los títulos en castellano

Silver Linings Playbook


"Every cloud has a silver lining"




"El lado luminoso de la vida" es un título que imaginamos en la boca de Virginia Lagos, la doña de las tardes de cine en el canal de las pelotitas... Y yo, lo reconozco, soy muy prejuiciosa con los títulos. Por eso casi me pierdo esta película sino fuera por mi hijo Julián que me dejó el video sobre la mesa con el imperativo "tenés que verla".
El título en inglés, me explicó mi otro hijo, Manuel, tendría que ver con esas "silver linings" de la vida, o sea la capacidad de encontrar el aspecto consolador de algunas situaciones difíciles.

Esta comedia de David O Russell, a quien seguramente asociarán con "El luchador", nos toma de las pestañas desde la primera escena y nos mantiene durante varios minutos con un nudo en la garganta. Es imposible no identificarse con esa madre (Jackie Weaver), que va a rescatar a su hijo adulto (Bradley Cooper) al instituto psiquiátrico donde estuvo encerrado los últimos ocho meses, para llevarlo a casa. Él, que estaba "felizmente" casado, regresa un día antes de lo previsto a su hogar. En el equipo de música suena la canción de Stevie Wonder de su casamiento, "Ma cherie amour"... y su mujer en la ducha... con otro. Eso es demasiado para Pat, se desata en él un pozo negro y sale de esa oscuridad con el diagnóstico de bipolaridad y una orden de restricción.


La vuelta a la casa paterna, volver a ser hijo bajo las miradas de preocupación de unos padres que ya están grandes y tienen sus propios problemas pero están allí para cuidarlo.
¿Cómo se hace para volver a empezar, para volver a la "normalidad"? Pat está resuelto a encontrar lo positivo, y repite "excelsior", siempre hacia arriba, como un mantra. Se pone el jogging y sale a correr, a correr, a extenuarse corriendo. La mitad de la película lo vemos con ese jogging y una bolsa plástica grande de consorcio. Daniel me dijo "usa esa bolsa porque se siente una basura". De hecho quiere volver con su esposa, corre para verse bien, para que ella lo acepte otra vez. Tan abajo ha quedado su autoestima, tan poca cosa se siente al lado de su hermano y de su amigo, los que han formado su familia y tienen un trabajo "como dios manda".


Pero Pat se encuentra con Tiffany, la maravillosa Jennifer Lawrence. Ella es otra náufraga, un accidente absurdo le ha arrebatado a su marido, y ella es la imagen de la angustia. También corre, corre y corre hasta extenuarse.
La vida los junta a Pat y a Tiffany, dos marginados de esta sociedad que no acepta fisuras en el orden establecido. Dos locos peligrosos que se hacen bien.

Ella tiene el proyecto de competir en un concurso de baile. Él tiene el sueño de recuperar a Nikkie, y con ella, su antigua vida. Pat y Tiffany prometen ayudarse y el baile resultará ese espacio de orden, de ritmo nuevo, de creación que reemplazará al correr. El movimiento hacia adelante por las calles de ese barrio un poco retro, como de película norteamericana de los años sesenta, se transformará en movimiento con sentido, en energía compartida dentro del garage de la casa de los padres de Tiffany convertido en estudio de danza.


Y no digo nada más. Vean esta película. Por la historia y los diálogos y la banda sonora. Por Robert de Niro. Porque nos recuerda que en la vida los finales felices dependen de nosotros.


De yapa, una hermosa escena de la película mezclada con todo el sentimiento de esta versión de "Girl From The North Country", en un dúo exquisito de  Bob Dylan & Johnny Cash. Cuando empieza el baile... 






domingo, 3 de marzo de 2013

Diario de viaje: Barcelona, la Casa Battló

La magia del mar en plena ciudad


A Daniel y Julián, dos fanáticos de Gaudí




Una mañana soleada de invierno en Barcelona. Un día ideal para visitar la obra más refinada del arquitecto-poeta catalán. Atravesamos la ciudad desde el Barrio Gótico, pasando por la Plaza Catalunya hacia el señorial Paseo de Gracia, donde se lucen los bellos edificios modernistas.
La Casa Batlló, construida entre 1904 y 1906 –¡hace ya más de cien años!-  por encargo del industrial textil Josep Batlló,  en plena madurez artística del genial Antoni Gaudí, es una obra maestra de la arquitectura de todos los tiempos. Allí el gran artista  juega con la luz, la forma y el color de una manera que nos seduce, nos enamora y nos emociona hasta las lágrimas.


Todo el gran edificio refacccionado por el arquitecto, nos transmite un mundo onírico, con sus formas orgánicas, sus luces y reflejos del fondo del mar, sus formas curvas en cada detalle arquitectónico. En este edificio de cuentos no hay una sola pared o puerta recta, todo es ondulado, espiralado, cóncavo o convexo...



La fachada
El frente de la casa se distingue entre los otros bellos edificios modernistas con luz propia. Todo revestido de trancadís y cerámicas, nos recuerda el brillo de la superficie del mar o quizás los estanques y los nenúfares de Monet...



Los balcones y ventanales
Los nueve balcones y 4 terrazas distribuidos por la fachada le dan ese aspecto tan especial y carnavalesco. Según cómo las miremos parecen la parte superior de una calavera o  máscaras de carnaval. Lo sorprendente es que están hechos de una sola pieza de hierro fundido.
Los enormes ventanales del gran salón del primer piso lucen unas extrañas columnas que parecen huesos.






El gran salón

Este sorprendente espacio es el corazón del edificio. El trabajo de la madera en puertas y ventanas, el artesonado del techo en forma de remolino marino, los vitrales, y esa luz límpida y maravillosa resultan hipnóticos. Un lugar soñado en el que quisiéramos quedarnos para siempre.













El vestíbulo Battló
Se parece a una gruta subterránea, o quizás a la nave del Capitán Nemo, con sus raras claraboyas orgánicas y una impresionante escalera que representa las vértebras de un gran animal.




El patio de luces
El patio interior o pulmón,  que en la mayoría de los edificios normales es un pozo descolorido y gris, aquí es el espacio mágico que reparte luz y aire por todo los pisos. Se encuentra revestido con cerámicas de 5 tonalidades diferentes de azul, en una gama que nos recuerda los distintos tonos de las profundidades del Mar Mediterráneo.







El jardín de cerámica

El comedor de la familia tiene amplios ventanales que dan a un patio terraza decorado con un jardín de flores eternas de cerámica con sus brillos y colores eternos que nos deslumbran.








Arcos catenarios
En el último piso destinado al desván del edificio y a los espacios para los lavaderos, nos sorprende un espacio inundado por el color blanco y que recuerda a la caja torácica de un animal, quizás una ballena, quizás el dragón de Sant Jordi. Los arcos catenarios son la marca de la arquitectura de Gaudí. Y aclaro que son estructuras realizadas con ladrillos, no hay un arco idéntico al otro, como en las formas de la naturaleza.


La terraza
Adornan la azotea cuatro conjuntos de chimeneas de formas sinuosas, estilizadas y policromáticas  diseñadas para impedir que el aire resople de vuelta hacia adentro. Estas que podrían ser simple columnas, se transforman en obras de arte únicas.


La cruz y la columna del dragón
La cruz es un elemento habitual en las obras de Gaudí, inspirado en un fruto de ciprés abierto, señala los cuatro puntos cardinales desde el punto más alto de la imponente terraza.




Pero el toque fantástico que puede apreciarse tanto desde la calle como de cerca desde la azotea es la terminación del techo. Formas onduladas recubiertas con tejas de colores que representan escamas. Las cerámicas de gran tamaño, se van encastrando en lo que parece la columna vertebral de un animal. ¿Quizás el dragón que mató Sant Jordi?




Todo es maravilloso en esta casa mágica pero a mí me enamoró especialmente el efecto que se produce en  los balcones interiores de vidrio que dan al patio de luces. Nos parece estar sumergidos en un mundo de agua, de luz y de belleza.





La Casa Batlló está abierta al público desde el año 2002, después de  importantes obras de restauración que permiten mostrarla actualmente con todo el esplendor de la época en que fue construida por Antoni Gaudí. 



Si van a Barcelona, no se conformen con ver esta hermosa casa por afuera, dedíquenle una mañana, mejor si hay sol para percibir los impactantes juegos de luces. Y aprovechen la audio-guía que potencia la experiencia visual con un material lleno de sugerencia y de poesía.